Año 2022, un lunes cualquiera de enero. Soy un chico de 13 años y escucho el despertador en la habitación de mis madres. En menos de 5 minutos toda la casa está en marcha, mi madre me despierta mientras mi mamá me prepara el desayuno. Entre todos ponemos un poco de orden antes de salir corriendo hacia nuestros destinos. Mi madre trabaja como ejecutiva en una empresa informática mientras mi mamá trabaja en casa. Yo en cambio tengo que ir al instituto. Mi instituto es un edificio moderno, construido hace muy poco tiempo, en el centro de la ciudad y con unas instalaciones maravillosas. Mis mamás pensaron que llevándome a un colegio bilingüe y rodeándome de la jetset de Valencia sería más feliz, ¿quién podría imaginarse que unos niños de papá serían tan crueles? Impensable. Ellas tomaron la decisión pensando en mí y les cuesta mucho esfuerzo y sacrificio llevarme a este instituto, así que no debo quejarme. Al entrar al instituto sigo mi ritual, cabeza baja y paso rápido, no mire...
Hoy vamos a cambiar de ámbito pero en el fondo seguimos con el mismo tipo de discriminación, la discriminación LGTBIfóbica. En este post os quiero hablar de un procedimiento aplicable en las cárceles españolas cuando en el ingreso nos encontramos ante una persona transexual. Ni siquiera sé decir si se trata de una buena o mala práctica. Espero sacar una conclusión de este análisis. Durante algunos años en el ámbito de Instituciones Penitenciarias se aplicaba la Instrucción 1/2001. Ésta decía que para proceder a la separación interior de los internos transexuales (para los que no sois de este mundillo, la separación interior consiste en decidir a que módulo se destina el interno) se tenía en cuenta la "identidad sexual aparente" del sujeto, tomando en consideración sus caracteres fisiológicos y su apariencia externa. En resumen, que te ibas a vivir con mujeres u hombres dependiendo de "lo que parecieses" (primer gran error, pensar que hay una serie de tips que cump...